El siglo XXI comenzó un 11 de
septiembre de 2001 cuando el Mundo quedó paralizado contemplando un
acontecimiento sin precedentes. Todos sabemos qué hicimos ese día, con quién
hablamos, dónde fuimos, qué sentimos, qué pensamos… Y contemplando esas
imágenes de las Torres Gemelas en Nueva York desplomándose cual castillo de
naipes no éramos del todo conscientes que nuestro mundo había cambiado para
siempre.
La Moda no solo no escapa a los
cambios sociales, políticos y económicos, sino que, antes al contrario, es fiel
reflejo de aquello que sucede en cada momento. Es por eso que no siempre se ha
entendido el fenómeno del “vestirse” cómo hoy lo utilizamos. Podemos
diferenciar cuatro conceptos de Moda a lo largo de la Historia, y todos ellos
asociados al devenir de los acontecimientos.
El primero de ellos fue válido
desde el principio de los tiempos hasta el siglo XIV. Durante este largo
periodo de tiempo, la indumentaria se asociaba a un Modelo Jerárquico, es
decir, cada individuo no vestía cómo quería, sino que su lugar dentro de la
sociedad le imponía unas reglas de vestir. De este modo, ni el más rico de los
comerciantes plebeyo podía vestirse como un noble, aunque este estuviera
arruinado, ya que las Leyes Suntuarias así lo establecían.
El siglo XIV trajo un cambio
político revolucionario que llega hasta nuestros días: el nacimiento del Estado
Moderno. Antes de esto, lo que había eran territorios regidos feudalmente a
modo de “fincas” que se dividían por herencia, se fusionaban por matrimonio, o
se anexionaban por conquista. El nuevo concepto político de Estado hizo nacer
la identidad nacional asociada a un territorio y una idiosincrasia comunes. Este
Modelo Nacional configuró un segundo concepto de “moda” en el que el “país” que
tuviera la hegemonía económica, política y miliar, sería el que impondría su
manera de vestir. Con esto, se fueron sucediendo, primero los estados italianos
en el Renacimiento, después el Siglo de Oro español, más tarde la Ilustración
francesa, y finalmente la Revolución Industrial inglesa.
El tercer concepto de moda llegó,
ya entrado el siglo XIX, con los primero “diseñadores”. Antes el oficio de
sastre o de modista era eso, un oficio equiparable al de ebanista, herrero o
panadero. Es en este periodo cuando los primeros creadores de moda decidan
“firmar” sus prendas como creaciones artísticas: es el nacimiento de la Alta
Costura con Charles Frederick Worth en París, para la Mujer, y Henry Poole en Londres,
para el Hombre.
Y este modelo fue válido hasta finales
de los años 50 y principios de los 60 del siglo XX cuando la evolución de la
industria textil con el prêt-à-porter, unido a una explosión demográfica joven,
hicieron que la moda sufriera una auténtica revolución. La moda ahora era para
todos, y sobre todo para los más jóvenes: la moda ahora era democrática,
popular y asequible. La confección en cadena despertó la creación del concepto
“Marca” y los movimientos sociales juveniles configuraron las primeras “Tribus
Urbanas”.
Y desde entonces hemos llegado
hasta hoy con esta evolución conceptual. Pero existe un Quinto Concepto de
Moda: “La Moda de las Tendencias”.
La entrada a este nuevo Milenio,
avocado a la globalización y marcado por la evolución tecnológica, donde todo
ocurre en directo, las distancias desaparecen, la eterna juventud reina, el
mercado gobierna, y las redes sociales se dibujan como el quinto poder, la Moda
es más que nunca un negocio mediático fuente de riqueza que circula tan rápido
como un neutrón en un acelerador de partículas, y que obliga a alimentar el
mercado con nuevas y diferentes propuestas que caducan muchas veces incluso
antes de ver la luz.
Estamos ante un nuevo Mundo, ya
nada volverá a ser como antes, y la Moda, como siempre, servirá para dibujar
cómo era esa gente que vivía a principios del siglo XXI. Al fin y al cabo
estamos escribiendo las páginas de un libro de Historia, con los datos, fechas
y sucesos, que otros tendrán que estudiar y memorizar para superar exámenes
tipo test donde la opción A significará que aprobaste.
Para los que estamos aquí, esta
lección ya la tenemos aprendida: “Aprobado General”.
¡Enhorabuena!